(A propósito de la derrota del gobierno del Coronel Gadafy)
José Ramos Bosmediano, educador, ex Secretario General del SUTEP (Perú)
Ha sucumbido el gobierno del Coronel Gadafy y Libia acaba de convertirse en la nueva colonia petrolera de los Estados Unidos y de sus aliados. El día 20, en Sirte, la ciudad natal del Coronel, se consumó la masacre perpetrada por la OTAN bajo la batuta de Estados Unidos. No hay duda que Gadafy fue asesinado por las hordas mercenarias que, con la capucha de "revolucionarios", se convirtieron en soldados del imperio.
Luego del asesinato, los vencedores no han dudado en levantar los símbolos de la vieja monarquía derrotada por la revolución de Gadafy hace 42 años.
El Secretario General de la ONU, con la "inocencia" que le caracteriza, llama hoy a la "reconciliación" y al "perdón". Algunos gobiernos, como el de Rusia, y hasta la burocracia onegé de Amnistía Internacional, después de apoyar la intervención imperialista en esa lucha civil, piden ahora investigación sobre "las circunstancias de la muerte" de Gadafy, como si este patriota libio hubiese levantado la bandera blanca de la rendición y como si las fuerzas extranjeras comandadas por Estados Unidos realizarían sus operativos bélicos intervencionistas con la ingenuidad que permitiese descubrir su entraña criminal. Desde el principio hasta el fin de esa guerra, la OTAN ha sido el verdadero contendor bélico. Fue, desde el inicio, un enfrentamiento desigual. La masacre final de los convoyes de Gadafy que escapaban de Sirte el día 20 fue obra de la aviación de guerra de la OTAN, usando los aviones proporcionados por el gobierno ultraconservador de Francia.
Gadafy, más allá de ciertas costumbres y formas de vida marcadas por la milenaria cultura árabe, fue un revolucionario. Murió como revolucionario y no se rindió ni huyó del escenario de la guerra, como han huido muchos de los dictadores protegidos por Estados Unidos. La investigación sobre las circunstancias de su muerte carece de significado sabiendo que ella seguirá un proceso que "demostrará" que "no fue asesinado" en condición de prisionero.
¿Revolución o entrega de la patria?
Los gobiernos imperialistas y sus aliados, los analistas políticos defensores de la democracia burguesa, los grandes medios de comunicación y sus escribas a sueldo, no han ahorrado espacio para apoyar la rebelión contra el gobierno libio del Coronel Gadafy, asegurando que se trata de una revolución. Pero al mismo tiempo promueven hoy para Libia un "gobierno democrático" al estilo capitalista. El mismo modelo que han ofrecido a Irak y a Afganistán, como pretenden en Egipto, Siria y Túnez, como lo han hecho en Israel hasta convertirlo en un pivote del poder de Estados Unidos en el Cercano y Medio Oriente. Se trata, en realidad, de la "democracia" del petróleo en la cual los votos son dirigidos por las transnacionales, casi como ha ocurrido en una parte de la votación peruana a través del apoyo de las mineras a ciertos candidatos.
¿Es correcto denominar revolución a una rebelión de mercenarios bajo la intervención de potencias extranjeras para dirimir los asuntos internos de un país? Algo más, ¿es posible en el mundo actual una revolución burguesa como la que dicen encarnar los triunfadores de la actual guerra en Libia? ¿La implantación de un régimen democrático-burgués es, verdaderamente, un acto revolucionario? No olvidemos que lucha armada no es sinónimo de lucha revolucionaria. Esta, para ser tal, debe encarnar un nuevo orden social que, en el caso de Libia, no aparece por ningún lado, pues quienes impondrán sus condiciones no son los libios sino los que han derrotado, desde el exterior, al gobierno del Coronel Gadafy.
¿Son revolucionarios quienes levantan las banderas de la vieja monarquía? No hay nada más antidemocrático que pretender revivir las monarquías.
Lo que ha ocurrido en ese país es el triunfo de los intereses de las grandes potencias y de las transnacionales del petróleo. El proyecto económico y social que implantarán los vencedores del petróleo no es superior al que acaba de sucumbir. Quienes conocen los índices de desarrollo humano en Libia bajo el gobierno de Gadafy reconocen su superioridad en comparación con el resto del África, incluido Egipto. Con toda seguridad, las políticas neoliberales serán trasladadas inmediatamente a Libia, pese a que este modelo capitalista viene siendo zarandeado en más de 80 países no solamente por los llamados "indignados", que han llegado hace un rato a la lucha social contra el capitalismo, sino por los movimientos sociales agrupados en el Foro Social Mundial, por los movimientos indígenas y campesinos, por las organizaciones obreras y de docentes, estudiantes y fuerzas políticas de izquierda.
¿Derrota de una "dictadura de hierro"
Cuando a las potencias imperialistas ya no les es útil un gobierno o una fuerza política o militar, convierten a sus antiguos aliados en "dictadores" y "terroristas". Esta concepción de la conquista de nuevos espacios de poder ha sido aplicada y perfeccionada por Estados Unidos. Ayer en Grenada, luego en Haití con Aristide también con Al Qaeda. En cambio, para Estados Unidos y sus aliados, el gobierno criminal de Israel no es una dictadura sino una "democracia ", a tal punto que Estados Unidos no concibe que la ONU incluya a Palestina como miembro pleno de la comunidad de naciones.
¿Y qué es el gobierno de Estados Unidos sino una gigantesca dictadura del capital que interviene y masacra en los pueblos que se enfrentan a su dominio imperial? ¿La dictadura capitalista contra decenas de naciones y contra millones de trabajadores y desocupados no es, acaso, una dictadura de acero, bajo el resguardo de bases militares en todo el mundo, misilerías de gran alcance para defender los intereses empresariales del capitalismo?
Si la mayoría del pueblo libio hubiese hecho suyo la rebelión de los mercenarios, que eran, en verdad, enemigos permanentes del partido y gobierno del Coronel Gadafy, no hubiese sido necesario la presencia de los ejércitos imperiales de la OTAN.
Quien ha derrotado a Gadafy, reitero, no ha sido el pueblo libio. Ha sido Estados Unidos y la OTAN.
Iquitos, octubre 22 del 2012