martes, 5 de junio de 2012

La república de los barones en Espinar, Conga…




 

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La provincia de Espinar, Región Cuzco, donde más del 70% de los ciudadanos votaron en las elecciones del 2011 por el candidato Ollanta Humala Tasso, ha sido declarado el Estado de Emergencia. Su población, como numerosas en el territorio nacional, exige regulaciones adecuadas para la actividad minera, única manera de defender nuestros recursos naturales y, en última instancia, el derecho a la vida saludable de la población, con desarrollo integral y sustentable incluido.

A través del esperpéntico Primer Ministro y un Ministro del Interior que se arrodilló ante el poder mafioso de Fujimori-Montesinos, el hoy Presidente de la República, defendiendo los contratos alevosos que favorecen a los barones de la minería peruana, ha quitado sus más elementales derechos a un pueblo que contribuyó a obtener el cargo que hoy ostenta.

Hasta el momento, dos muertos más y numerosos heridos en Espinar, casi un anticipo de lo que podría ocurrir en Cajamarca a partir del jueves 31 de mayo. Nuevamente el Estado de Derecho al servicio de los poderosos de siempre. Otra vez un nuevo Presidente de la República que repite el círculo vicioso de la represión como único recuso para gobernar nuestro país, mientras la llamada "primera dama" (otro círculo vicioso y muy criollo) celebra su cumpleaños regalando lo que no le cuesta y preparando su candidatura presidencial para el 2016, como retrocediendo la historia a la década de los 90 del siglo pasado cuando otra "primera dama", hija del criminal y ladrón Alberto Fujimori, regalaba y se regalaba de lo que no le pertenecía.


Un escenario político irreversible desde el gobierno

Se ha impuesto en el Perú, nuevamente, la represión contra el pueblo. A diferencia de quienes aún tienen la esperanza de que el Presidente Humala retome el programa de "la gran transformación" o, por lo menos, de la "Hoja de Ruta", los lineamientos programáticos seguidos hasta hoy, desde la primera composición del Gabinete Ministerial con dos conspicuos representantes de la gran burguesía neoliberal, nos indican que el proceso es irreversible desde el poder que ejerce el actual gobierno.

Esos lineamientos tienen un centro de impulso que no está en el pueblo trabajador sino en los intereses de la clase dominante actual que se ha configurado a partir de la imposición del programa emanado del "Consenso de Washington" (1990) y consolidada con los gobiernos de Alejandro Toledo (2001-2011) y Alan García Pérez (2006-2011). La gran burguesía financiera que hoy gobierna el Perú empezó a actuar desde los años 80 del siglo XX, expresándose con nítidos caracteres durante la movilización de los banqueros liderados por el escritor Mario Vargas Llosa. No es casual que este intelectual "orgánico" del neoliberalismo, con la experiencia que tiene, se haya subido a la candidatura de Gana Perú, pues, vencidos sus distintos candidatos en la primera vuelta, debió de guardar las formas frente a la impresentable Keiko Fujimori Higushi, a diferencia de quienes, conscientes de derrotar a todos los candidatos neoliberales, consideramos una mejor oportunidad para un rumbo deferente del país la candidatura de Ollanta Humala, como ocurrió durante las elecciones de 1990 cuando era necesario derrotar al señor Vargas Llosa. Estos procesos fallidos no son exclusivos del Perú, sino que forman parte de la lucha política en determinadas condiciones de la correlación de fuerzas. Puede ocurrir en el futuro si es que el pueblo trabajador carece de una fuerza propia, democrática y revolucionaria.

Los hechos de confrontación o conflictos en más de 200 en distintos lugares del Perú son inevitables en tanto y en cuanto el gobierno actual obedece a los intereses de la actual clase dominante. No se trata, como dicen algunos analistas políticos con suficiente solvencia académica, que el Presidente Humala ha sido "secuestrado" por los "poderes fácticos". No es un imberbe para eso, por más insuficiente formación científica y cultural que tenga –y tiene realmente una gran pobreza cultual, que se nota hasta cuando elige a sus ministros. Su gobierno es la exacta representación de la clase que ha logrado su hegemonía económica, política y cultural en el Perú actual. Para esa representación sin problemas, el partido político denominado nacionalista, es tan personalista como el de los fujimoristas, tiene que expulsar incluso a los que no aceptan algunas contradicciones entre lo que el candidato dijo con lo que hoy defiende, como es el caso del congresista Rimarachín, de Cajamarca, separado del partido presidencial (PNP).

Pero no se trata solo de la confrontación en el sector minero. La crisis social del Perú no tiene una respuesta que por lo menos la aborde desde lineamientos diferentes a los que hasta hoy conocemos en los últimos 50 años. Basta mirar la marcha de la educación, intocada en sus bases neoliberales; la crisis de la salud pública y del seguro social, el acaparamiento monopólico de las tierras agrícolas, el mantenimiento de las precarias condiciones de trabajo en los sectores público y privado, el endiosamiento del crecimiento del PBI al lado del crecimiento de las desigualdades económicas y sociales y la expansión de la criminalidad sobre la base de esas desigualdades.

No hay ningún indicio de que los grandes problemas del Perú empiecen a ser abordados desde perspectivas democráticas, populares y verdaderamente nacionales. El gran capital lo es todo. Los trabajadores no son nada.


La larga historia del dominio oligárquico

Periodistas de toda marca, y hasta ciertos investigadores de nuestra realidad social repiten con insistencia la frase de uno de los personajes de la novela "Conversación en la Catedral" de Mario Vargas Llosa como si esa pregunta (¿"en qué momento se jodió el Perú?) no tuviese respuesta. La ficción literaria pretende reemplazar a la razón histórica. Y la razón histórica hace tiempo que se abrió paso de forma clara con el libro fundador de José Carlos Mariátegui, "7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana".

En ese libro se enfoca el rompimiento brusco de nuestra historia con la invasión y la conquista, ciertamente violenta, del imperio incaico por los españoles. Fue el inicio de una dominación externa que dura hasta hoy aunque se ordene cantar otras estrofas del Himno Nacional.

La minería del oro y la plata estranguló nuestra ancestral agricultura y ganadería, a la vez que impuso la esclavización de nuestros pueblos indígenas. El Rey de España nos administraba a la manera de su Corte y de los intereses de otras monarquías europeas cuando el inicial desarrollo del capitalismo requería de las riquezas zaqueadas a los pueblos colonizados de nuestra América.

Con la República postiza, a la explotación minera se agregó la heredada dominación interna de los terratenientes y, más tarde, la de los barones del azúcar, sin faltar aquella coyuntura denigrante de los barones del guano y del salitre, cuyos ingresos no sirvieron ni para defendernos de la agresión chilena a fines del siglo XIX.

No olvidemos la presencia de los barones del caucho en la Amazonía peruana, cuya ignominia aún llevamos en algunos nombres en las calles de esa extensa región.

Siempre la gran minería dominada por extranjeros ha asolado montañas dejando más empobrecidos a los pueblos donde ha horadado las tierras y los cerros: a las ambiciones por el oro y la plata, se agregaron las del cobre y el hierro, principalmente. Esta gran minería actúa hoy con los sutiles discursos de la "responsabilidad social", la "minería limpia", y otras frases que encubren su carácter depredador y de zaqueo. Imposible decir que hay lugares donde no debe explotarse minerales, cabeceras de cuenca, por ejemplo. De inmediato los guardianes de los barones de la mina nos tildan de "anti mineros". ¿Y si se defiende la participación empresarial del Estado para obtener mejores beneficios de la explotación minera? Peor. Los defensores de la nueva oligarquía en el Perú nos acusan de "estatistas", "populistas" y hasta "anacrónicos", palabrita que Mario Vargas Llosa, defensor de las ideas liberales del siglo XVIII, repite tanto en sus artículos quincenales y en sus conferencias.

¿Qué nos ha dejado la explotación petrolera en el país? Muy poco. La Amazonia peruana recuerda muy bien el "boom" petrolero y solo ve el presente de abandono y pobreza.

Y no hablemos de la explotación intensiva de nuestro mar y de nuestra floresta amazónica. Es para indignarnos mil veces más.

De manera que las muertes de los últimos años, más los de ayer en Espinar, deben corresponder a la permanente confrontación del pueblo trabajador con los depredadores de nuestros recursos naturales, diligentemente defendidos por las "fuerzas del orden" por mandato de los barones de la mina, el petróleo, el gas y demás intereses de los monopolios.

La "gran transformación" se ha convertido en la gran continuidad del programa neoliberal. Para esa gran transformación el pueblo peruano seguirá luchando.


Lima, mayo 29 del 2012
 
NOTAS
Tomado de José Ramos Bosmediano.


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