lunes, 21 de mayo de 2012

Mario Vargas Llosa y su guerra neoliberal



José Ramos Bosmediano
                                                                                                 (A los trabajadores peruanos y del mundo, por su unidad y su lucha para conquistar un mundo nuevo, mi saludo en este nuevo primero de mayo)
 
Desde Madrid, desde su madre patria y muy cerquita al monarca matador de inofensivos elefantes, Mario Vargas  Llosa despacha para la prensa adicta al capitalismo neoliberal un artículo de queja contra la nacionalización del 51% de la transnacional española REPSOL-YPF por el gobierno argentino; y de un catastrófico pronóstico para esa nación latinoamericana, provocado por el "atrevimiento" de tocar los grandes intereses del gran capital ("La guerra perdida", en La República de Lima, domingo 22/04/2012, p. 7).  Usando los mismos argumentos, en la edición del mismo diario (La República, 01/05/2012, p. 12), el Embajador de España en el Perú, Juan Carlos Sánchez Alonso no solamente arremete contra el gobierno de Cristina Fernández, sino que hace un panegírico a la monarquía española, tan feliz y ricachona mientras sus súbditos deben soportar el "paquetazo" empobrecedor del gobierno ultrarreaccionario del Partido Popular.  Por algo el actual Rey de España es uno de los hombres más ricos de su país, como para  preguntar de dónde obtiene tanto dinero la clase ociosa.
Hace tiempo que Vargas Llosa combina la literatura con la prédica política.  En el primer campo de su actividad acaba de publicar un nuevo libro, un conjunto de ensayos con el título "La civilización del espectáculo", texto cuya idea central es el rechazo a toda expresión cultural que no se adecúe a los moldes clásicos, confundiendo los mecanismos de diversión embrutecedora que pone en juego el neoliberalismo, que tanto defiende, de aquellas manifestaciones de arte y cultura que nacen de y calan en el espíritu de los pueblos como expresiones de su fuerza vital y se extienden como  herencia cultural.  En el área de la política, que incluye la economía y la administración del Estado, no hay ocasión en la que el reciente Premio Nobel de Literatura deje de expresar su rechazo a toda manifestación reivindicativa de la nación, de la economía nacional y del Estado que haga valer sus fueros frente al dominio abusivo de la globalización neoliberal actual.  Todos los gobernantes que tratan de buscar una nueva opción para el desarrollo con igualdad y justicia para sus pueblos, son objeto de su iracundo ataque desde su óptica extremadamente dogmática y fundamentalista neoliberal: con los estados, nada; con los privados y poderosos, todo.
¿Todo es populismo?
Según los singulares conocimientos de economía política del señor Mario Vargas Llosa, que el Estado mantenga bajo su administración una parte significativa de de una o más empresas, es simplemente "populismo".  Y lo que es peor: esa propiedad nacional le lleva, inexorablemente, "al abismo", como afirma en el primer párrafo de su artículo refiriéndose  al acto nacionalista de la actual administración argentina.
La concepción errónea, por interesada, sobre el fenómeno populista en el siglo XX, ha sido –y sigue siendo- un lugar común para los economistas y políticos neoliberales, para quienes el Estado no debe mantener bajo su control ni un centavo de la economía que se mueve en el país. Tampoco debe otorgar a los trabajadores sus derechos, pues el mercado es "el mejor" instrumento para "asignar los recursos financieros", los ingresos de las personas, y vaya, la felicidad de todos.  Ni qué decir sobre los servicios públicos: cada cual debe comprar en el libre mercado su educación, su salud, su seguridad social.  Lo que Rajoy está haciendo con la economía española actual, lo que Fujimori hizo en la década del 90 en el Perú, etc. , etc. y todos los etcéteras neoliberales que ya conocemos –y sufrimos- no son sino los más hermosos signos de nuestro tiempo que debemos  honrar sin abrir la boca. 
El término populismo fue utilizado para señalar el conjunto de concesiones que ciertos regímenes latinoamericanos hacían a los pueblos en materia social para frenar el descontento de las masas y evitar el estallido de procesos revolucionarios.  Getulio Vargas en Brasil o Perón en Argentina, solo para mencionar dos ejemplos de nuestra América, desarrollaron políticas populistas, pues su objetivo no era lograr un orden nuevo ni reivindicar a las masas, sino contener la lucha de estas en circunstancias de flujo de esa lucha.
Los neoliberales, en cambio, sí utilizan el populismo hasta convertir sus "políticas sociales" en puro asistencialismo y clientelismo político, como lo hizo Fujimori, entre otros, y lo tenía que hacer, de ganar las elecciones en el año  1990, Mario Vargas Llosa.  El populismo neoliberal se diferencia del anterior populismo por el desmantelamiento del Estado y la entrega del control de la economía y los servicios al sector privado a efecto de que este multiplique su tasa de ganancia.  De manera que el verdadero populista –neopopulista-  es Mario Vargas Llosa porque asigna a los grandes empresarios privados, dueños absolutos de lo que antes fue del Estado, en los benefactores que financian los servicios que requiere la población, cual nuevos filántropos que entregan parte de sus ganancias  para procurar  "bienestar", tal como conciben los neoliberales peruanos el papel de la Newmont-Yanacocha en Cajamarca a cambio de la destrucción de la cabecera de cuenca Conga. No es ajena al populismo la financiación de obras locales y donaciones por las transnacionales y por ciertos monopolios nacionales, con la denominación de "responsabilidad social", nueva forma sofisticada de mantener su dominio neocolonial.
Don Mario Vargas Llosa prefiere que todas las transnacionales sigan operando sin el control del Estado, ni siquiera del Estado liberal de la Argentina actual.  Para este escritor convertido en predicador neoliberal la libertad de empresa es el sumun de la libertad humana, sin la cual no puede haber libertad de pensamiento, quedándose encharcado en el más vulgar economicismo.  Sin los grandes empresarios de la prensa no hay libertad de expresión.
Las mentiras y omisiones de Mario Vargas Llosa
Como si desconociese la historia reciente de Argentina, Vargas Llosa se atreve a  decir que los grandes logros de la Argentina en educación habían sido destruidos por las políticas de Perón.  Lo que ha ocurrido con la educación argentina se produjo durante la aplicación de las políticas neoliberales de Saúl Menem en la década de 1990, precedidas por el proceso de la dictadura sangrienta de los generales asesinos que llevaron a su país, irresponsablemente, a una guerra con Inglaterra, conociendo que la correlación de fuerzas no le era favorable frente a una potencia apoyada, además, por EE.UU. y por la dictadura de Pinochet. Siendo la recuperación de Las Malvinas un derecho y una necesidad histórica para  la patria de Ernesto Sábato, lo buscaba  esa dictadura era demagógica y de encubrimiento de sus asesinatos.  ¿No se conoce, acaso, que las políticas neoliberales aplicadas por Menem desembocaron en la crisis financiera y de corrupción de los años 2000-2001?  Elemental, mi querido Watson.
 Durante su largo período neoliberal (década del 90 del siglo XX) Saúl Menen desarmó la escuela pública argentina, la municipalizó y privatizó, desmanteló los derechos de los maestros y disminuyó el presupuesto educativo a su mínima expresión en un país donde la cultura y la educación se había desarrollado sobre la base de la educación pública, aspecto central que Vargas Llosa no puede señalar porque su posición política privatizadora lo impide.  
Al contrario de lo que dice este escritor, ha sido el nuevo régimen bajo las presidencias, respectivamente, de Néstor Kirchner y de su esposa, las administraciones que han venido recuperando el papel de la educación pública, de su presupuesto y de los derechos de los maestros argentinos, cuya lucha fue coronada con la instalación de la Carpa Blanca de la Dignidad, espacio sindical, cultural y político que, entre 1997 y 1999, se convirtió en el símbolo de la lucha por una nueva educación en Argentina, lugar que Ernesto Sábato y muchos otros intelectuales visitaron constantemente para expresar su solidaridad con la Confederación de Trabajadores en la Educación de Argentina (CETERA)  y de oposición al programa neoliberal de Menem,  conducta digna que Mario Vargas Llosa en ningún momento podría exhibir.  Por supuesto que esa política educativa actual no podría haberse adoptado sin una política económica que, sin salirse del capitalismo, reivindique el papel del Estado para redistribuir los excedentes hacia los servicios sociales que el neoliberalismo había desmantelado, como ha ocurrido –y viene manteniéndose-  en el Perú.
La otra mentira que desliza Vargas Llosa es casi a pedido de la REPSOL, al afirmar que el gobierno argentino pretende debilitar a la transnacional para después comprarle sus activos "a precio de saldo".  Ni el gobierno del presidente Chávez, ni el de Evo Morales, han nacionalizado parte de los activos de las transnacionales para liquidarlas.  Vargas Llosa esconde el hecho de que las empresas intervenidas siguen en esos países usando su derecho a seguir ganando con sus inversiones, pero ganando menos, pues el Estado no puede ser un simple mendigo que reciba casi propinas de las transnacionales.  La REPSOL no saldrá de Argentina porque ni en su país de origen podrá sobrevivir si no sigue invirtiendo en otros.  Vargas Llosa y otros neoliberales de nuestro país se han convertido en los altoparlantes de esa transnacional y de los gritos del  presidente Rajoy que hoy exprime al pueblo y a los trabajadores españoles, destruye los servicios públicos de educación y salud para mantener los privilegios de unos cuantos ricos y de esa obsoleta monarquía que, en medio de las penurias de "su pueblo", se da el lujo de un safari propio de los tiempos del viejo colonialismo en África. 
El empobrecimiento generalizado del pueblo argentino coincidió, precisamente,  con el régimen menemista, como también ocurrió en el Perú durante el fujimontesinismo, en Bolivia con Sánchez de Lozada,  en México a partir  de Salinas de Gortari, en Brasil con los neoliberales Collor de Mello y Henrique Cardozo, en Venezuela con el ya fallecido Carlos Andrés Pérez, y así, en Costa Rica desde la introducción del programa neoliberal bajo la administración del ex presidente Arias,  etc.  Parece que la nutrida biblioteca de Mario Vargas Llosa carece de algunos textos de la historia económica y política de nuestra América de las últimas décadas.  Esta misma desinformación aplica al caso de la Venezuela actual bajo la presidencia del comandante Hugo Chávez Frías. 
Otra mentira de Vargas Llosa se refiere a la supuesta falta de  respeto a los contratos por la presidenta Cristina de Kirchner, que repite también el Embajador Sánchez Alonso.  Quien ha incumplido los términos del contrato es, precisamente, REPSOL-YPF, al no invertir y reinvertir los montos pactados para la expansión de la exploración y explotación de hidrocarburos, poniendo en riesgo la capacidad energética de ese país.  Sin informarse, u omitiendo la realidad, Vargas Llosa simplemente engaña con la impunidad de un escribidor irresponsable.
Pero donde llega al paroxismo de la mentira es cuando señala que los problemas de Argentina y de América Latina no se deben al colonialismo, ni al capitalismo, sino solamente al caudillismo, al populismo, al nacionalismo, al fascismo, al patriotismo y "a todos los ismos", pero menos al neoliberalismo, el credo y el hábitat cultural del escritor peruano-español.  Esta manera de mezclar categorías en un solo concepto de "causas" históricas es propio de quien confunde la ficción con la ciencia, la imaginación artística con la imaginación puesta al servicio del descubrimiento de la leyes del desarrollo social de los pueblos.
El apocalipsis de Mario Vargas Llosa
La política y la economía política son ciencias y tienen como objeto de estudio, respectivamente, la lucha por el poder y la administración del Estado desde ese poder, y el proceso de la producción en un sistema económico determinado.   Sin obviar los elementos subjetivos que intervienen en el análisis e interpretación de los hechos (intereses y posición de clase, credos religiosos, principalmente),  la objetividad constituye la condición sine qua non para no cometer errores o cometerlos mínimamente.   La pasión por la defensa del libre mercado y su expresión neoliberal actual obnubila a Mario Vargas Llosa y le lleva a predecir, en el caso actual de Argentina, una derrota irremediable por haber nacionalizado parte de las acciones de la YPF.  Dice textualmente: "A Argentina le van a llover las demandas de reparación ante todas las cortes e instituciones de comercio internacional y sus relaciones no solo con España sino con la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etcétera, se han vuelto ahora conflictivas".  Claro que sí, para eso las transnacionales han creado el CIADI, organismo con sede en EE.UU. y que se da el lujo de no respetar la legislación de los países.  Pero esos juicios, como los que enfrenta el gobierno del comandante Chávez Frías, no llevarán a la Argentina "al abismo", como sentencia Vargas Llosa.  Y si REPSOL, resentida y encolerizada como está, sale de Argentina, esta nación no perecerá.  Al contrario, sabrá remontar todos los problemas que se le presenten, con su pueblo y sus dirigentes más preclaros.
Ese anunciado apocalipsis no viene ocurriendo en otros países donde sus respectivos gobiernos han procedido con patriotismo, palabra y concepto que para Vargas Llosa no tienen sentido con la globalización neoliberal que tanto adora y defiende.  No recuerda que Estados Unidos se formó como nación reivindicando su derecho a administrar sus propias riquezas (su té, en el siglo XVIII) , y que hoy, autodenominándose guardián de la libertad y la democracia en el mundo, niega a los pueblos oprimidos por el capitalismo imperialista su derecho a emanciparse.  Hasta Sarkozy, fiel defensor de la economía neoliberal, trata de ser, como candidato reeleccionista, defensor del derecho de Francia a seguir siendo una nación frente a la "camisa de fuerza" de la Unión Europea.
Mario Vargas Llosa califica como "anacrónico" al actual gobierno de Argentina por no defender los intereses de los grandes capitalistas.  Pero se siente muy bien en  los países monárquicos (Inglaterra, España), regímenes políticos de real anacronismo histórico.  Su conservadurismo le lleva a escribir inexactitudes flagrantes.
Argentina no llegará al apocalipsis.  Su pueblo es suficientemente valeroso y sabio para conquistar sus derechos nacionales y avanzar hacia una alternativa independiente y de justicia social.
Lima, primero de mayo del 2012