jueves, 30 de julio de 2009

LA INDEPENDENCIA DEL PERU 1821-1824

Como todos los años, los ciudadanos peruanos consideramos un hecho importante del calendario cívico nacional conmemorar el día en que Don José de San Martín, general argentino, proclamara la independencia del Perú el 28 de Julio de 1821, “por la voluntad general de los pueblos”. El 28 de julio, quiérase o no, aviva el sentimiento de pertenencia a la patria que queremos, aunque no todas las clases sociales demos a ese sentimiento el mismo significado.
En efecto, hay quienes confunden la patria con sus intereses y sus privilegios particulares y miden el éxito de la fecha según el número de productos vendidos y de ganancias alcanzadas. Los gobernantes de turno esgrimen un discurso laudatorio de la “democracia” y de las obras que realizan, de tal manera que a los ciudadanos no les quedaría más que adherirse a su coyuntural proclama.
Los maestros peruanos preferimos la reflexión antes que la autocomplacencia patriotera basada en esa visión ingenua de “tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz” porque he “nacido en esta hermosa tierra del Sol”, etc. Más que nadie, los maestros de la educación pública estamos más relacionados con los sufrimientos y aspiraciones de las clases explotadas, que son la gran mayoría de los peruanos; y todo mensaje de nuestra parte no puede ser solamente de júbilo por la patria, sino de compromiso para construir la nación y el país que anhelamos.
Tomando como base un texto elaborado en el 2008, vuelvo a expresar algunas ideas que nos acerquen al 28 de Julio desde el lado de los que luchamos por un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo.
LA REPÚBLICA DE LA INJUSTICIA
La independencia que celebramos los peruanos todos los 28 de julio tiene, en lo fundamental, la misma significación para todos los pueblos que aún mantienen los problemas nacionales que esa primera independencia no pudo resolver. En primer lugar, el problema de la soberanía del país respecto al poder extranjero. En segundo lugar, el establecimiento de una democracia para las mayorías nacionales. En tercer lugar, el desarrollo de una economía independiente sobre la base de nuestras propias potencialidades y no supeditado al capital extranjero o a la “ayuda externa” que tanto invocan las clases dominantes. En cuarto lugar, la existencia y plasmación de un proyecto propio de desarrollo bajo la conducción de una clase dirigente. En quinto lugar, la liberación de las vastas masas campesinas, incluidas los grupos étnicos originarios, sujetas al dominio terrateniente, convirtiéndolas en protagonistas y beneficiarias de una reforma agraria al servicio del desarrollo del país y al bienestar de estas masas, lo que hubiera constituido, además, un buen soporte para la industrialización y la independencia alimentaria del país.
UNA INDEPENDENCIA TRUNCA
La primera independencia no ha sido, pues, un proceso revolucionario en el sentido moderno de la expresión. Debió ser una revolución burguesa, pues durante las primeras y todas las décadas del siglo XIX, las revoluciones sociales tenían que ser, por las condiciones históricas, revoluciones capitalistas, por tanto, conducidas por la burguesías de cada país. En América Latina no fueron tales, pese a la influencia de las ideas revolucionarias y a las revoluciones del siglo XVIII, cuya expresión más acabada fue la Revolución Francesa de 1789 que liquidó, en lo fundamental, el dominio de la nobleza feudal e implantó el Estado burgués, capitalista, moderno.
Mucho se ha polemizado sobre las causas del carácter inconcluso de las revoluciones independentistas en nuestros países. Sin negar la influencia de los factores externos, hoy tenemos más claridad sobre el factor interno determinante: la inexistencia de una clase dirigente con suficiente interés, conciencia y capacidad suficientes para cumplir las tareas democráticas y nacionales que hemos señalado. Al contrario, las burguesías carecieron de conciencia patriótica y de proyecto nacional. En la mayoría de los países eran propietarias latifundistas o gobernaban con el gamonalismo.
Con toda razón la revolución cubana significa la segunda y definitiva independencia de la patria de Martí. Por esa misma razón hoy han surgido procesos de transformación en algunos países latinoamericanos que se enfrentan al poder imperialista y a las burguesías de cada país aliadas de aquél, que luchan por conquistar la soberanía nacional, por defender su derecho a decidir su propio destino; pero, al mismo tiempo, enmarcan su accionar hacia el socialismo.
En el Perú, la segunda independencia es la gran tarea estratégica para dotar al país de un nuevo rumbo histórico que resuelva los grandes problemas nacionales y construya el socialismo. Esta gran tarea histórica ha dejado de ser incumbencia de la burguesía que sigue manejando el Estado republicano en su propio beneficio de clase y de la gran burguesía internacional, cuyas expresiones más visibles son las transnacionales de las finanzas, la gran minería, el petróleo y el gas, las industrias y el gran comercio.
EL PASADO SE REPITE: CONSTRUYAMOS EL PORVENIR
Una mayor desnacionalización vive hoy nuestro país con la imposición del programa neoliberal desde la década de los 90, cuyo instrumento político, el fujimontesinismo, asiste hoy a su condena legal por su corrupción y los crímenes cometidos para frenar la lucha de los sectores oprimidos, tomando como pretexto el enfrentamiento a las acciones armadas de Sendero Luminoso y el MRTA.
Están pasando, desde la caída del corrupto régimen fujimontesinista, dos regímenes supuestamente democráticos, pero los problemas del país continúan sin resolverse; el programa neoliberal sigue aplicándose con entusiasmo gubernamental; los justos reclamos de las masas y las protestas ciudadanas son enfrentadas no solamente con leyes que las penalizan, sino con la violencia armada del Estado, como ha ocurrido en todo el proceso de nuestra vida republicana.
Para corroborar la ya larga estafa de la república inconclusa, el gobierno aprista actual pretende “resolver” los problemas del país supeditándonos más a la “inversión extranjera”, a la defensa del modelo neoliberal y a la represión brutal de los movimientos populares, como es el caso del movimiento indígena amazónico cuyos líderes son perseguidos y cuyas organizaciones son manipuladas del el poder para dividirlas y debilitarlas.
En tales condiciones, no hay celebración de la independencia si no se escruta el pasado; si no se toma conciencia sobre la necesidad de fundar una segunda república, es decir, una nueva república que recoja lo mejor de nuestra tradición histórica para crear las nuevas condiciones para la segunda independencia, la conquista de la soberanía, la construcción de una sociedad basada en la justicia, en fin, una patria nueva, grande, libre, soberana y desarrollada.
El discurso que pronunciará el Presidente el 8 de Julio sólo tendrá el contenido de una pieza oratoria adornada con demagogia y encubrimiento de los reales problemas de nuestro país.José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red social para la Escuela Pública en América (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP
Lima, julio 2 del 2009