miércoles, 13 de enero de 2010

Honduras: nueva etapa de lucha democrática

                  José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las Américas (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP.

 

Con motivo del Golpe de Estado contra el gobierno del Presidente de Honduras, Manuel Zelaya, realizado el 28 de junio del 2009, redacté un texto que, partiendo de la historia del pueblo hondureño por su independencia y reseñando los avatares de su proceso republicano, consideré algunas cuestiones previas que permitían señalar las perspectivas de la lucha por la derrota de los golpistas y el retorno del gobernante expulsado.  Era el momento en que las fuerzas democráticas desarrollaban una gran resistencia frente a la dictadura civil-militar encabezada por el  factótum de los grandes empresarios y de la política imperialista de Estados Unidos, Roberto Micheletti.

En aquel momento (28 de julio 2009), observando la correlación de fuerzas entre el movimiento democrático popular de oposición a la dictadura y la reacción en el gobierno de facto, dijimos que solamente la fuerza interna en lucha podría determinar la victoria democrática y la recuperación del gobierno depuesto por las armas; que el golpe de Estado no había sido planificado para quedarse por uno días, semanas o un par de meses en el gobierno, sino para traer abajo todas las políticas antineoliberales que el gobierno de Manuel Zelaya venía desarrollando y que afectaban los intereses de los grandes empresarios y, fundamentalmente, de las transnacionales de Estados Unidos, por lo tanto, una solución dialogada era más que imposible aun cuando la presión internacional caminaba en ese sentido.  Un punto crucial que mencioné  fue el papel real de los Estados Unidos en el golpe de Estado en Honduras, parte de su campaña hemisférica contra los gobiernos progresistas en América Latina, que su propuesta de salida dialogada no era sino una mascarada que escondía su intervención solapada en los preparativos y en la ejecución del golpe.

Las elecciones de la dictadura

Como es de conocimiento público, la dictadura de Micheletti impuso su plan electoral para que la derecha neoliberal tome la posta y destruya todos los avances que en materia económica y social venía produciendo el derrocado gobierno de Zelaya.   Este proceso electoral bajo la presión de la dictadura y bajo la hegemonía absoluta de los neoliberales, no podía producir sino el triunfo de estos, como en realidad ha ocurrido con la "victoria" de Porfirio Lobo, un conspicuo miembro de la derecha más conservadora de Honduras.  Con Estados Unidos (Obama y Cía.) al frente, algunos gobiernos reaccionarios de América Latina se apresuraron a apoyar ese proceso electoral y sus resultados, donde no podía faltar el gobierno peruano de Alan García Pérez.

Cuando el 27 de enero del 2010 Porfirio Lobo asuma el gobierno, todo estará listo para anular las políticas económicas y sociales implantadas por el gobierno de Manuel Zelaya a favor de la soberanía, el desarrollo de Honduras y en beneficio de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo.  Ya ha anunciado la salida de Honduras del ALBA, la iniciativa soberana de los pueblos de América Latina y El Caribe frente al ALCA y sus TLC auspiciadas por Estados Unidos y otros países que solamente buscan el beneficio de sus empresarios.

Las elecciones de la dictadura han carecido de legitimidad y, por supuesto, de participación democrática del pueblo hondureño.  Y no pudo haber participación democrática en un país sitiado por las fuerzas represivas y con las fuerzas opositoras al margen del proceso, reprimidas y sin garantías para ejercer sus derechos políticos.

El "presidente" Porfirio Lobo es el resultado de una dictadura.  Su gobierno, por más que pretenda aparecer como legítimo, llevará el signo del golpe del 28 de junio.  Claro que para los neoliberales significará la "democracia" que se acostumbra celebrar en nuestros pueblos.

Los factores del triunfo de la dictadura

Nuevamente se repite la historia de las derrotas de las fuerzas revolucionarias debido al factor más fundamental: la debilidad de las fuerzas progresistas, su falta de preparación para enfrentar a la derecha conservadora.  Así ocurrió en Chile frente al golpe de Estado de Picnochet y Estados Unidos.  También en Guatemala de Arbens en la década de los 50.  En Brasil contra el golpe de Estado de Castello Branco en 1964.   Lo contrario está ocurriendo en Venezuela y Bolivia, donde las fuerzas populares y progresistas tienen una solidez fundamental como para hacer fracasar todo intento golpista, que será permanente, pues Estados Unidos y sus aliados en cada país no dejarán de complotar para recuperar su hegemonía perdida hasta hoy.  La fuerza de la resistencia que se organizó, pese a su heroica actuación, no fue capaz de hacer retroceder a los golpistas.  La fuerza de las armas se impuso a las movilizaciones de las masas en lucha.  Una vez más se comprueba que la violencia es la partera en cada situación concreta, pues los neoliberales, incapaces de enfrentar con sus planteamientos a la propuesta de reforma constitucional que levantó el gobierno de Zelaya, no tuvieron más que apelar a su argumento tradicional: las armas, la milicia.  ¿Quién recurre, antes que a la confrontación democrática, al recurso de la violencia?  Quienes pretenden fungir de demócratas impusieron un proceso electoral a golpe de estado de sitio, de detenciones, encarcelamientos y asesinatos de ciudadanos desarmados.

Otro factor, ligado al anterior, ha sido la falta de una fuerza política organizada, pues Manuel Zelaya, militante del Partido Liberal de Honduras, se había puesto al margen de su partido, sin desearlo, debido a sus lineamientos de política económica, social e internacional, contrarios a los del neoliberalismo actuado desde 1990.  La mayoría de los dirigentes liberales se pusieron en contra del proyecto democrático y soberano de Zelaya, por tanto, al lado de los neoliberales que hoy usufrutuan el poder y lo seguirán haciendo con Porfirio Lobo. Conscientes de la situación de derrota temporal, los dirigentes de la resistencia convocan hoy a organizarse mejor, a fortalecer lo avanzado en el proceso de la lucha contra la dictadura.   Mientras los golpistas se organizaban para la toma del gobierno, el gobierno de Zelaya confiaba en el espontaneísmo y los mecanismos de la democracia burguesa.

Otro tanto debe decirse de las fuerzas internacionales contrarias al golpe de Estado: su papel, siendo importante, siempre será insuficiente como para suplir las debilidades de las fuerzas internas.  La única fuerza externa que sí trabajó con ventaja es el gobierno de Obama, neutralizando a la OEA, utilizando a ciertos jefes de gobierno para oponerse al regreso de Zelaya y prohibiendo a éste su ingreso a su país mientras no se llegue a un acuerdo con la dictadura.   La propia Hilary Ciinton llegó a decir que Zelaya obstaculizaba las conversaciones con la dictadura, tratando de ocultar su contubernio  con ésta.

Una nueva etapa de la lucha

Se ha abierto una nueva etapa en la lucha del pueblo hondureño.  La resistencia democrática de  casi 6 meses ha sufrido una derrota, transitoria, pero derrota política al fin.  Las fuerzas democráticas ya han puesto en marcha un viraje para redefinir los nuevos objetivos, la nueva organización del pueblo como fuerza política dispuesta a recuperar los espacios democráticos y volver a gobernar el país.

Será un proceso largo y difícil, pues las fuerzas reaccionarias que se han apoderado del nuevo gobierno proseguirán con sus políticas represivas contra la oposición democrática. 

Con toda seguridad, en Honduras habrá la necesidad de organizar una nueva fuerza política con un programa que reivindique las aspiraciones democráticas del pueblo, su derecho a la soberanía nacional y al desarrollo de sus fuerzas productivas, de su cultura y de todos aquellos elementos que garanticen el bienestar de las mayorías, hoy en estado de pobreza.

El propio Manuel Zelaya, de continuar en la lucha por las banderas que venía defendiendo desde su gobierno, tendrá que mantener su relación con el pueblo hondureño.  Su papel será importante si se pone a la altura de las exigencias actuales.  Ya no se trata de defender su gobierno, sino de conquistar otro, en nuevas condiciones políticas y organizativas.

Como la historia no se detiene, el pueblo hondureño seguirá luchando por un nuevo destino, y triunfará; mientras que las fuerzas de la derecha pretenderán cerrar el paso a toda alternativa de progreso social, y fracasará.

¡La lucha del pueblo hondureño triunfará!

Lima, enero 11 del 2010

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